En un rincón remoto del planeta, existe un lugar que guarda algo más valioso que el oro: la posibilidad de empezar de nuevo si todo falla.
Enterrada en el permafrost de Svalbard (Noruega), una bóveda subterránea resiste terremotos, guerras y desastres nucleares.
Millones de muestras de cultivos vitales se conservan aquí, listas para regenerar la agricultura si un desastre arrasa el planeta.
Su aislamiento lo hace ideal: sin conflictos, sin sismos, con hielo natural como protección extra.
No pertenece a ningún país. Más de 100 naciones han enviado sus semillas, creando una cápsula del tiempo colectiva.
En 2015, investigadores sirios recuperaron semillas de la bóveda para replantar lo que la guerra había destruido. Fue el primer uso de emergencia.
El cambio climático ya afectó la entrada en 2017. Aun así, esta bóveda sigue siendo un símbolo poderoso: proteger el futuro, hoy.