La sustancia que no muere
Una molécula tóxica, casi indestructible, se está extendiendo por todo el planeta. Está en la lluvia, las plantas, el vino, el pescado… y también en el agua que bebemos.
Se llama TFA (ácido trifluoroacético) y pertenece al grupo de los llamados “químicos eternos”.
Su presencia ya se ha detectado incluso en el Ártico.
La contaminación más grave del planeta
El TFA no desaparece, se acumula.
Cada año se producen miles de toneladas, y cada día hay más en el aire, el agua y los seres vivos.
Europa empieza a reaccionar: la Comisión Europea acaba de incluirlo entre las sustancias prioritarias que deben eliminarse del agua potable.
Pero los expertos advierten que podría ser la contaminación más grave jamás conocida.
La nueva lluvia ácida
Los gases industriales llamados HFO —usados en aerosoles, aires acondicionados y refrigerantes— se transforman en TFA cuando llegan a la atmósfera.
Luego, la lluvia los devuelve al suelo, a los ríos y a los alimentos.
Su uso crece más del 10 % cada año.
Así, cada tormenta se convierte en una forma de contaminación global.
El veneno invisible
Aunque los efectos del TFA se investigan hace poco, ya hay señales alarmantes.
Organismos como la OMS y la Endocrine Society alertan de riesgos hormonales, inmunológicos, renales, hepáticos y reproductivos.
El coste sanitario estimado de los químicos eternos en Europa: hasta 84.000 millones de euros al año.
Porque, como dicen los toxicólogos: la dosis hace el veneno.
Agua contaminada, soluciones imposibles
El TFA se ha encontrado en el 94 % del agua del grifo en Europa.
Eliminarlo es dificilísimo: solo puede hacerse con técnicas avanzadas y costos altísimos.
Filtrar todos los químicos eternos en Europa costaría 2,2 billones de euros en 20 años.
Mientras tanto, seguimos bebiendo un agua que nadie regula.
Todos estamos contaminados
Un estudio europeo halló químicos eternos en la sangre de ministros, comisarios y funcionarios.
Nadie se salva.
Los científicos reclaman frenar su producción, pero la industria química presiona para demorar los cambios.
El tiempo apremia: el TFA ya circula dentro y fuera de nosotros.
¿Hasta cuándo seguiremos conviviendo con lo eterno?
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